Decir luz es lo mismo que decir belleza: son palabras sinónimas, redundantes, una tautología.
¡Cómo reluce el asfalto tras la lluvia! ¡Cómo brillan las hojas de los árboles al sol! ¡Qué reflejos de las aguas calmas! ¡Cuántos destellos despiden los metales pulidos! ¡Qué de visos hipnóticos cuando la luz de la tarde atraviesa la fronda del bosque! ¡Cómo brillan los peces! ¡Y tu piel bronceada sobre la arena de la playa! ¡Qué maravillosa visión la del fuego nocturno! ¡Me admiro de mi cuerpo, que reluce cubierto del sudor del abrazo amoroso! ¡Y de la antorcha de la luna sobre la superficie negra del mar!