El republicanismo gijonés, al menos desde mediados del siglo XIX, abanderó en la villa la lucha por las libertades, los derechos y las garantías más irrenunciables. Durante décadas, democracia y republicanismo fueron conceptos sinónimos porque este fue el pionero en defender los principios vertebrales de aquella. De signo eminentemente federal, el republicanismo local fue evolucionando hacia un movimiento plural que cristalizó en distintas organizaciones políticas, entre las que se incluyó la opción unitaria, y todas ellas se dotaron de órganos periodísticos con los que mantener y propagar su mensaje en la sociedad del Gijón decimonónico. Aunque sus bases sociales revistieron un perfil interclasista, el grueso de la militancia procedía de los sectores populares, sobre todo de las clases trabajadoras, incluyendo a mujeres que, aunque estaban excluidas de la vida política, engrosaron esta cultura política a través de otros mecanismos de participación que testimonian su adhesión a todo lo que ella implicaba.
El republicanismo gijonés desempeñó un papel decisivo al educar a los sectores populares en valores cívicos y democráticos que los convirtieron en ciudadanos conscientes de sus derechos; lo hizo, por ejemplo, auspiciando la fundación de centros como el Círculo de la Revolución o el Ateneo Obrero, en los que, al enseñar a leer y escribir al que no sabía, se hizo de la cultura algo accesible y se abrieron las puertas a derivas ideológicas imprevisibles (muchos anarquistas y socialistas gijoneses de primera hora se formaron en las filas del federalismo). Asimismo, en los citados centros y en otros creados por ellos, los republicanos espolearon la sociabilidad, y con su implicación en el asociacionismo, con su capacidad de convocatoria y con su interés por que los desposeídos lucharan por cotas más altas de justicia social, fomentaron de hecho una serie de prácticas que contribuyeron a emanciparlos de la ignorancia, a afianzar su educación política, a familiarizarlos con la responsabilidad de gestionar intereses colectivos y con la autoorganización y a apuntalar unas pautas de actuación y una identidad colectiva popular que resultan vitales para comprender el Gijón finisecular y el que entró en la nueva centuria.