Porque, por qué, por qué te destinaste
corona y compañía en el suplicio,
por qué se atribuyó la flor azul
la participación de tu quebranto?
Y un día de dolores como espadas
se repartió desde tu propia herida?
Sí, sobrevives. Sí, sobrevivimos
en lo imborrable, haciendo
de muchas vidas una cicatriz,
de tanta hoguera una ceniza amarga,
y de tantas campanas
un latido, un sonido bajo el mar.
«Algunos hablan, por su concentrada dedicación a la suerte del hombre, de una antropología nerudiana. Quiso ser un portavoz de anhelos ancestrales insatisfechos. Habló por la humanidad marginada. Y de algún modo sigue haciéndolo.»
VOLODIA EITELBOIM