En la memoria autobiográfica dibujamos las vicisitudes de nuestra vida. Es el registro que consultamos cuando alguien nos pregunta cuál es nuestro primer recuerdo, cómo era la casa donde pasamos nuestra infancia o cuál es el último libro que hemos leído. La memoria autobiográfica crece con nosotros, es nuestra compañera íntima, pero también nos plantea interrogantes.
¿Cómo es posible que los olores evoquen recuerdos tan tempranos? ¿Por qué nuestro primer recuerdo procede de la época en que teníamos tres o cuatro años? ¿Dónde han ido a parar los recuerdos de los primeros años? ¿Y por qué, más tarde en la vida, en torno a los cuarenta años, tenemos la sensación de que el paso de los años se acelera? ¿Por qué las vacaciones de verano parecen haber quedado reducidas a una fracción de las vacaciones de nuestra niñez?
Y éstas son sólo las preguntas cotidianas. Las investigaciones psicológicas sobre la memoria autobiográfica intentan aclarar también por qué todo el mundo sabe exactamente dónde estaba cuando oyó que lady Di había sufrido un accidente, cómo surgen los déjà vu, por qué las personas que están en el umbral de la muerte ven pasar su vida «como una película»... A veces, las respuestas proceden de las azoteas o los sótanos de la psicología, y no siempre pueden ofrecerse en decimales, pero tienen su origen en la curiosidad que despierta esa parte de la memoria que constituye nuestro pasado y nuestra identidad.